Capilla
Cuentan las narraciones antiguas que dos de los ermitaños del convento del Gachaneca: Francisco de la resurrección y Domingo de Anaya acudieron al artista Francisco del Pozo, residente en el municipio de Tunja, solicitándole la pintura de un cuadro dedicado a Nuestra Señora de la Candelaria. El cuadro se terminó en 1597 y sigue presidiendo la capilla del convento.
Para mediados del siglo XVII, de la mano del Padre Juan de San Guillermo se construyó buena parte de la capilla definitiva que se ve hoy; según indica indica el Padre Pedro Fabo (1914b, 263) en el convento del Desierto de la Candelaria “se arreglaron las paredes de la Iglesia que amenazaban ruina, se comenzó y levantó hasta la mitad la capilla mayor nueva, se agrandó y mejoró la sacristía, se desempeñaron varias alhajas pertenecientes al culto, la biblioteca se enriqueció con muchos y valiosos volúmenes, se alzaron las tapias de las huertas”. Poco a poco y sin muchos recursos, se iba levantando la capilla y el convento, dejando de habitar en cuevas, como lo hicieron los primeros moradores.
Descripción del cuadro de la Virgen
En el cuadro se pueden ver la presencia de la Virgen María, sosteniendo con su brazo derecho al niño Jesús; atrás los acompañan unos ángeles y en la parte de abajo San Francisco y Santo Domingo. Relata Eugenio Ayape que el cuadro se pintó “sobre una tabla enteriza de vara y medio de alto por una de ancho. Al pie se lee: Franciscus Puteis Mediolanensis, decir anno 1597” (Ayape 1950, 7).
La capilla ha sido desde el principio el centro del Desierto y en ella el cuadro de Nuestra Señora de la Candelaria, pintada a finales del siglo XVI; la imagen de la Virgen es sencilla y mucho de su valor consiste en la antigüedad y en el sentido que tuvo su elaboración, pues parte de una necesidad de los ermitaños, así que ver la imagen de la Madre de Dios de la Candelaria, es compartir la historia espiritual de cuatro siglos, acontecidos en el Desierto de la Candelaria con sus logros y sus limitaciones.