Entorno
José Manuel Groot describía el convento del Desierto de la Candelaria para el año 1889 en los siguientes términos:
"Una alta loma, limpia y pedregosa, veteada de diversos colores de tierras finísimas de que hacen loza y sacan colores muy buenos para la pintura al óleo… En una parte las vetas son moradas, en otras amarillas, aquí rojas, más allá blancas, lo que produce a lo lejos un efecto maravilloso en el paisaje. Al llegar a lo más elevado de la loma se presenta… el lindo panorama del valle del Desierto, rodeado de grande extensión irregular con eminencias y cerros montañosos. El valle es un prado verde como la esmeralda, poblado de estancias perfectamente cultivadas, rodeada de árboles frutales y rebaños de ganado que pacen por la llanura. Anima y embellece la escena el cristalino rio, que saliendo de los montes de la Candelaria, recorre planicie con variadas revueltas bajo la sombra de altos muelles que se levantan en su orilla". (338-340)
Uso y armonización de piedra, madera, arcilla, se entremezclan en el Desierto de la Candelaria para usos cotidianos; Ráquira, municipio en que está ubicado el convento, es reconocido en Colombia por su cultura alfarera, de hecho, Ráquira significa pueblo de ollas. En todo el entorno del convento se hallan talleres de alfarería, en donde es fácil encontrar desde básicos materos hasta representaciones de figuras humanas, hechas a mano; la economía central de la región se sostiene principalmente con el trabajo artesanal de la arcilla de sus moradores, quienes van legando a sus hijos el gusto y las técnicas milenarias de trabajo con barro.
Los muchos años que ha demorado la construcción del convento, ladrillo a ladrillo; la optimización de los materiales por la escasez de dinero; la ayuda de los vecinos del entorno, herederos de las tradiciones arquitectónicas básicas, permiten ver un convento que, si bien ocupa un espacio en medio de la naturaleza, no ha producido un desorden tal que el desarrollo natural se vea truncado; con el pasar de los años han nacido otros árboles, que ocupan el espacio dejado por los talados; el agua del rio sigue fluyendo para regadío y alimentación y hoy en día se puede apreciar una construcción en convivencia con la naturaleza que acogió hace más de cuatrocientos años unos ideales de transcendencia.