Museos
Cultura
El convento del Desierto de la Candelaria, presenta una estructura variopinta, propia de una edificación que se ha levantado sin unos planos iniciales, por lo menos la parte más antigua, que se hizo con los recursos con los que se contaba y con técnica local; su belleza debe verse más allá de un diseño arquitectónico estricto, pues muchos de sus espacios revelan más bien el ingenio para improvisar de manera práctica y resolver las necesidades con lo que se tenía; en el Desierto de la Candelaria los espacios resultan agradables, quizás por la simplicidad con que se hicieron.
Arte
A pesar de la pobreza al construir el convento, el gusto por el arte, que tiene que ver más con un sentido estético y cultural, se fomentó en el convento del Desierto de la Candelaria; en 1929 se escribía la siguiente referencia, que Eugenio Ayape resalta: "Van a comenzarse los trabajos de colección y ordenación de objetos que pueden enriquecer el arca viva de preciosidades que encierra el Desierto. Los anhelos son el crear un museo en que tenga digna representación toda la naturaleza con sus espléndidas manifestaciones de fauna y de flora y de todas las obras de arte humano. Ocuparán lugar de preferencia las cosas raras y curiosas por algún concepto, y se procurará que todo esté debidamente ordenado y clasificado en su terminología técnica" (180). (Ayape 1935, 180)
Identidad
Las necesidades iniciales de adaptar y construir el convento, junto con el empeño de sus moradores, han llevado al Desierto de la Candelaria al lugar en donde hoy se encuentra, un espacio culturalmente pintoresco en el cual se combina el verde del ambiente con las paredes blancas; la cultura alfarera de sus vecinos con la cultura espiritual de los religiosos; la preocupación por levantar un convento terreno, soñando en la transcendencia eterna; la pobreza de sus moradores con la dignidad de la construcción.